sábado, 24 de abril de 2010

la chica de azul

No entendía porque se había obsionado con ella de esa manera.
Todos las mañanas aparcaba su mini azul en el mismo lado de la
calzada y salía radiante de energía hacia su destino. Siempre
vestía de azul, con unas gafas gigantes que le tapaban su cara
aterciopelada y la melena caoba recogida en un
pequeño moño muy gracioso que se movía a un lado y a
otro cuando caminaba.
Cada día era lo mismo. Ella llegaba y él, él se quedaba embobado
mirando como se metía en aquel edificio de oficinas en el que,
intuía, debía trabajar sus 8 horas, con almuerzo y café incluido.

Solo pensaba en esa llegada despampanante...
Sólo una o dos veces ella se había acercado
a su puesto de perritos calientes, para pedirle la hora.
Él sabía que no era una preciosidad, pero ese halo de misterio
que la envolvía le volvía loco. Siempre de azul. Siempre.

Una mañana de mediados de abril, a eso de las 8 de la mañana,
él la esperaba impaciente. Se retrasaba ya por 5 minutos. Pero
esta vez fue distinto...No era igual.
Se había pintado los labios de rojo pasión; ya no era la chica de azul...
Todo cambió.